martes, 28 de septiembre de 2021

Mujeres que marcaron época





Maria Sibylla Merian (2 de abril de 1647 — 13 de enero de 1717) aprendió de su padre técnicas de dibujo con las que pintó flores, frutos, pájaros y algo nada común en aquellos tiempos, insectos (considerados por la Iglesia “engendros del demonio”). A los 13 años, empezó con un hobby que realizaría hasta el final de su vida: recoger y criar orugas para observar su transformación. Apuntaba en sus cuadernos los detalles, ciñéndose estrictamente a registrar aquello de lo que era testigo a través de la cría de esos insectos. 


Escribió:


 “La única aproximación fiable al estudio de la aproximación del estudio de los fenómenos naturales es a través de la observación”


La joven Merian registró con sus pinceles cada etapa del ciclo de vida de esos animales, desde los huevos hasta la forma adulta, que hasta entonces, poca gente se había ocupado de investigar insectos. 


Su trabajo sirvió para desmentir la creencia de que surgían del lodo por generación espontánea, (una teoría que había sido descrita por Aristóteles).


En lugar de representar especímenes sobre un fondo plano, mostró la relación entre otros animales y las plantas, yendo a contracorriente de los grandes científicos de su época, que se limitaban a clasificarlos en categorías separadas. 

Era la primera vez que animales, plantas, e insectos eran retratados juntos.

Merian también fue pionera en emanciparse de ataduras sociales que coartaban la libertad y la curiosidad de las mujeres. Se divorció en 1685 para irse con sus hijas a una comuna pietista en Ámsterdam en una época en que la mayoría de las féminas naturalistas se quedaban en casa clasificando plantas y animales de su localidad, emprendió un viaje a un país tropical semidesconocido. 


En 1699, a los 52 años, viajó a Surinam, la antigua Guayana Holandesa, para recolectar y cultivar especímenes de flora y fauna exóticas. Regresó a Europa tras dos años y reunió los resultados de su investigación en su obra maestra:


 "Metamorfosis de los insectos de Surinam". 


Ese trabajo reveló plantas y animales desconocidos en el Viejo Continente y la consagró como la primera entomóloga empírica, que viajó para observar y describir a los insectos en su propio hábitat. En sesenta ilustraciones detalló el ciclo de vida de orugas, gusanos, polillas, mariposas, escarabajos, abejas y moscas. Además de su innegable valor científico, la publicación fue muy alabada por su valor artístico.







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