A los pocos años, su cuerpo era un herbario de cicatrices recientes. La fiebre, pertinaz como un tambor de guerra, se retiró un amanecer dejando un silencio de cristal.
Desde entonces, avanzó con una resiliencia atávica, como quien porta en el bolsillo una brújula infalible.
Sin embargo, con apenas estatura, entendió que la vida —aunque quebradiza— guarda en su hondura un germen obstinado de aurora y esperanza.
Convocatoria de Arte Friday Face OFF
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